Cuál es el precio de nuestra inacción

A principios de febrero, asistí a la primera semana de reuniones en la 53 Comisión para el Desarrollo Social en las Naciones Unidas.  Esto era una experiencia rica y maravillosa con personas viniendo del mundo entero para hablar sobre lo que es necesario en el mundo hoy.   Ban Ki Moon, secretario general de la ONU, se dirigió al grupo invitando a una acción global: ” El desarrollo social y la justicia social son clave para la paz en el mundo.   2015 debe ser un año de acción global. Somos la primera generación que puede erradicar la pobreza extrema y somos la última generación que puede evitar los peores impactos del cambio climático. ”

Era claro en todas las reuniones que nosotros, como una comunidad global, luchamos para integrar preocupaciones ambientales, sociales y económicas y crear un desarrollo realmente sostenible.  Pero aquí está el problema: ponente tras ponente acentuó que; no luchamos no por no saber  qué hacer. Sabemos exactamente qué necesidades tendríamos que atender.   Nuestro problema es que no encontramos un real compromiso político que implemente  los cambios profundos y estructurales que son necesarios.   Tenemos una economía que devasta el planeta, y que empuja a poblaciones completas a un mercado de trabajo global que, cada dia más,  aumenta el número de personas en la marginalidad, cuando pierden el trabajo de tiempo completo y tienen que vivir de empleos bastante precarios e injustos.

Nuestros líderes y gobierno nos dicen que, si tratamos de cambiar el modelo económico en nuestro país a uno que es centrado en las personas  y sensible al cuidado del planeta, las corporaciones se moverán a otros países y perderemos aún más empleos.   ¿Pero somos realmente tan desvalidos? Un ponente sugirió que nosotros necesitamos una coalición de países que están dispuestos a trabajar juntos en vista de  un nuevo paradigma económico.   ” Si podemos encontrar ‘ una coalición dispuesta ‘ podremos ir a la guerra juntos, ¿cómo es posible que no podamos encontrar una coalición de países que están dispuestos a buscar e implementar los modelos económicos que puedan transformar los niveles de pobreza y del cambio climático?

Quizás es aquí donde todos entramos. Debe ser como el arrojar un guijarro a un charco de agua, podemos remover la ondulación del agua.  Tener conversaciones con la familia, con amigos y vecinos sobre qué necesidades tenemos y podemos cambiar, cómo podríamos colaborar en la transformación. Y luego, todos juntos, podemos presentar a nuestros representantes políticos y decirles que ahora es el tiempo para el cambio—porque el precio de la inacción (grandes poblaciones  social y económicamente son excluidas, un planeta devastado por el cambio climático y el daño ambiental) es aún muy caro.

Por Sue Wilson, Canadian CSJ